Todos
los días temprano en la mañana los dos pescadores atravesaban la montaña para
llegar al río. Cierto día decidieron cambiar el recorrido porque después de
tantos años haciendo el mismo camino estaban aburridos de ver siempre lo mismo,
los mismo árboles, los mismos pájaros, las mismas flores, hasta el viento
parecía ser el mismo.
De todas formas tenían que atravesar la montaña pero lo hicieron por otro camino, llevaban un buen trecho cuando vieron un hombre sentado sobre una roca mirando al horizonte, pensando y ajeno a la presencia de ambos. Los pescadores pasaron por él, el hombre no movió ni un músculo y ellos siguieron su camino.
De todas formas tenían que atravesar la montaña pero lo hicieron por otro camino, llevaban un buen trecho cuando vieron un hombre sentado sobre una roca mirando al horizonte, pensando y ajeno a la presencia de ambos. Los pescadores pasaron por él, el hombre no movió ni un músculo y ellos siguieron su camino.
Después de un largo día de trabajo los pescadores regresaron por el mismo camino, allí seguía el hombre, en el mismo lugar.
Al otro día, nuevamente tomaron el mismo camino, el hombre estaba allí, ellos seguían su rutina, día tras día. Así pasaron los días, semanas y meses hasta que uno de los pescadores curioso le dijo al otro:
-Hoy voy a hablar con ese hombre, le voy a preguntar que hace todos los días sentado en la misma roca, sin hacer nada más que pensar.
El otro estaba de acuerdo, también sentía curiosidad.
Iban en el camino cuando vieron al hombre, el pescador se acercó y le dijo:
-Disculpa mi curiosidad buen hombre pero ¿Por qué estás aquí todos los días sobre esa roca sin hacer nada? ¿No te aburres de la misma rutina?
El hombre apartó su mirada del horizonte y observó al pescador con atención, después le contestó:
-Yo viajo todos los días a lugares distintos y conozco gente diferente.
El pescador impresionado preguntó: ¿Cómo?
A lo que el hombre respondió:
-Vengo a este lugar que no es el mismo todos los días, al igual que yo.
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