Nosotros, desde este momento, te elegimos para Padre, Protector, Consejero, Guía y Patrono y ponemos bajo tu guarda especial nuestra alma, cuerpo y bienes, cuánto tenemos y somos, la vida y la muerte. Nos incliná como vuestros hijos y cosa vuestra. Defendednos de todos los engaños de nuestros enemigos visibles e invisibles.
Nos asistimos en todos los tiempos, en todas las necesidades, consolémonos en todas las amarguras de la vida, pero en especial, en la agonía de la muerte. Decid aquí, a nuestro favor, una palabra a aquel amable Redentor, que en niño trajiste en vuestros brazos, a aquella Virgen gloriosa de quien fuiste amantísimo Esposo.
Acuérdate de ellos Bendiciones que conocéis que son necesarias para nuestra verdadera salvación y salvación. En una palabra, ponga a esta familia en el número de las que amáis y ella procurará, por medio de una vida, verdaderamente cristiana, no volverse indigna de vuestro especial patrocinio. Que así sea.
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